Si alguien está en Madrid o le interesa la muestra, se puede visitar en la Galería Max Estrella, en la calle Santo Tomé 6 (patio), del 17 de septiembre al 31 de octubre. La inauguración es este jueves a las 20 horas.
martes, 15 de septiembre de 2009
El color térmico de San Fermín
Si alguien está en Madrid o le interesa la muestra, se puede visitar en la Galería Max Estrella, en la calle Santo Tomé 6 (patio), del 17 de septiembre al 31 de octubre. La inauguración es este jueves a las 20 horas.
miércoles, 9 de septiembre de 2009
lunes, 7 de septiembre de 2009
Las otras cifras
Dos meses después de terminar los Sanfermines 2009, ya se han dado todas las cifras posibles, y hacen pensar sobre cómo se pueden recolectar tantas; tenemos cifras de heridos, de vidrio recogido, de asistencias médicas, de comas etílicos, de cortes en los pies (eso pasa por no leer los consejos publicados en este blog), peso medio de los toros, visitas en sábado, precio medio de las barracas, australianos en campings, rubias que han mostrado los pechos… y, sin embargo, hay una cifra que no se ha dado y que puede ser ilustrativa.
Va por delante que me da pavor que estos datos caigan en manos de tertulianos, anarosas, pilaresraholas, sabervivires y demás amigos del comentario populachero y facilón. Digo esto porque dado el nivel de repercusión que está alcanzando este estupendo blog, es más que posible que llegue a alguno de sus oídos y vuelvan a lanzar sus comentarios sobre lo inadecuados que son los Sanfermines… y es que las otras cifras son las calorías, y aquí hemos tocado hueso con las luminarias de la televisión en España, de todas formas, allá vamos, valientes.
Un día 6 de julio (¡ya falta menos!) sin demasiados excesos, consistiría, más o menos, en lo siguiente.
Almuercico ligero consistente en huevos fritos y magras con tomate (unas 4 magras, que para los que no lo sepan y lean esto desde allende los mares, son unas estupendas lonchas de jamón pasadas por la sartén), regado con algún vaso de clarete (rosado para los ilustrados), café, pacharán y puro. A esto se le puede añadir, como aperitivo, unos platos de chistorra para compartir y algún frito… (esto es lo estándar, sibaritas del ajoarriero o de los chilindrones, acepten mis disculpas)
Almuerzo del pasado 6 de julio de 2009 en Pamplona. Como Dios manda.
Con esto en el estómago uno ya es persona apta para incorporarse a la fiesta, y la mañana discurre, normalmente insisto, entre champanes de brindis de inicio y cervezas de refrigerio y/o vinos de la tierra (porque de alguna tierra habrán salido). De esta forma, calculado grosso modo, y teniendo en cuenta que cada vaso de cerveza tiene aproximadamente 250 cc., llegaremos a la tarde con aproximadamente litro o litro y medio de cerveza/kalimotxo ingerido.
Con algo de hambre ya, lo más probable es que se opte por un bocadillo reconstituyente a media tarde. Nutritivo y sano. De lomo con pimientos, o panceta con queso con bastante probabilidad. Para hacerlo más digestivo, lo seguimos regando con cerveza, diurética, refrescante, vegetal, y llena de virtudes.
En plenitud de facultades, seguramente nos veremos incluso más guapos, más dinámicos, convencidos de nuestro atractivo (aquí dejamos de meter tripa y es un error…), nos adentramos en el bonito mundo de las bebidas espirituosas (probablemente ya llevemos dos o tres copas, pero es luego dicen que se bebe demasiado en sanfermines…)
El varón medio conocido (que quiere decir, los varones que yo conozco), toman alrededor de 6 copas (de nada muchachos, esto lo pueden leer mujeres, madres y novias…). En ese camino nocturno, es posible que caigan un par de cervezas para controlar el ritmo (controlar el ritmo: tremenda mentira), algún bocadillo que nos mire con provocación desde cualquier lugar que luego no recordaremos; algún chupito de bebida irreconocible que algún desalmado ofrecerá y nos veremos obligados a probar (estos dos elementos son importantes, bocadillo y/o chupito serán los culpables de nuestro estado al día siguiente).
Pues bien, con esta distribución de ingestas que no creo que sea excesiva para nadie, llegamos a las 8 de la mañana y, le ponemos la guinda con un chocolate con churros. Nuestros sentidos ya no rigen así que somos capaces de meternos una docena entera entre pecho y espalda, pero vamos a dejarlo en media docena. La otra opción es rematar la noche con otro desayuno a base de huevos y chistorra, valoraremos ambas opciones. Así que este es el cuadro resultante de un 6 de julio cualquiera…
INGESTA CALÓRICA 6 DE JULIO | |||
Alimento | Calorías 100gr/ml/un. | Cantidad | Total |
Huevos fritos | 108 | 2 | 216 |
Jamón frito | 377 | 1,5 | 565,5 |
Tomate | 101 | 1 | 101 |
Patatas fritas | 214 | 1 | 214 |
Pan | 232 | 2 | 464 |
Chistorra | 575 | 0,5 | 287,5 |
Vino | 74 | 4 | 296 |
Café | 136 | 1 | 136 |
Pacharán | 240 | 1 | 240 |
Panceta | 815 | 2 | 1630 |
Cerveza | 95 | 20 | 1900 |
Chocolate | 511 | 21 | 10731 |
Churros | 379 | 2 | 758 |
Combinado | 400 | 6 | 2400 |
Chupito | 105 | 2 | 210 |
TOTAL APROXIMADO DE CALORÍAS | 20149 |
Según cálculos para varones de condiciones similares a los objetos de nuestro estudio, con una actividad física moderada (de nuevo de nada…), serían necesarias unas 2900 calorías diarias… así que, si damos como relativamente ciertos estos datos sacados de internet (prefiero no decir las páginas de las que han salido porque vaya tela de nombres…), el hecho de pasar un 6 de julio en Pamplona supone un riesgo más que alto para la supervivencia humana.
En cualquier caso, incluso habiendo doblado el número de calorías, seguiría siendo un exceso para el cuerpo.
Para un día de las fiestas que no hay encierro, teníamos que buscar otra actividad de riesgo máximo, así que, tertulianos del mundo, ya pueden ustedes abogar por unos sanfermines vegetarianos, con tofu y manzanas, a los que añadir esos encierros con toros simulados que alguna lumbrera propuso.
Los que quieran seguir disfrutando de la fiesta a la antigua usanza, ya pueden empezar a preparar la operación bikini, mejor operación faja roja, para el 6 de julio de 2010.
jueves, 3 de septiembre de 2009
Somos de otra pasta
Muchas son las voces que no aciertan a explicar lo que sucede en San Fermín, y, cuando intentan racionalizar lo que sucede en Pamplona entre el 6 y el 14 de julio, acaban resumiéndolo con un “son de otra pasta” al referirse al comportamiento de los pamplonicas en esas fechas. Pero esto no es una casualidad, ni una cuestión de comportamiento espontáneo; lo que sí es seguro es que es un sentimiento forjado a lo largo de los años, y que es transmitido de generación en generación.
La historia que voy a contar es una de tantas que ocurren en Pamplona y que, contadas de padres a hijos, construyen la historia magnífica, adoquinada de pequeñas historias, de San Fermín.
Mi padre estuvo presente en uno de los terribles montones que ocurrieron en el encierro en el callejón de la plaza de toros a mediados del siglo pasado. Ese día estrenaba una camisa amarilla que su madre le regaló para las fiestas, todavía no estaba estandarizado el blanco, cuando le sorprendió el montón en el encierro. Cuenta que nunca había visto, ni vio, un espectáculo semejante.
Imagen tomada por Zubieta y Retegui en el montón del 7 de julio de 1957, con toros de Salvador Guardiola.
Los corredores se agolpaban unos encima de otros, siendo imposible salir de allí mientras la manada de toros se acercaba peligrosamente, y, posteriormente, embestían el montón en su intento de atravesarlo. La escena era dantesca, corredores embestidos, pisoteados y aplastados por la montaña humana que se había formado.
Fue sacando a todos los corredores que pudo mientras intentaba esquivar los envites de los astados, en uno de esos lances recibió una puntada en el costado, cicatriz que todavía enseña con orgullo. De esto puedo dar fe, no sólo de la cicatriz, sino de que sacó a algún corredor, porque alguna vez de paseo por Pamplona hay quien lo reconoció y le sigue dando las gracias, consciente de que si no hubiera sido por la intervención de el hasta ese día desconocido, quizás no lo hubiera contado.
Una vez terminado el encierro, y dado que el tan reconocido Servicio Navarro de Salud todavía no ejercía como tal, se curó la herida producida por el pitón del toro en una peña, creo recordar que en La Única, con friegas de anís y pacharán y vendajes amateurs… si hoy en día pasara algo similar, estaríamos hablando de días de recuperación, de convalecencia, bajas médicas… pero la mayor preocupación de mi padre en esos años de penuria económica no era otra que encontrar una camisa amarilla igual a la que le había regalado su madre para que ésta no viera el agujero producido por la cornada y que no se preocupara…
En fin, que la preocupación por lo individual quedaba continuamente en segundo plano, primero por intentar ayudar a los corredores atrapados y después por no preocupar a una madre que, como las actuales, sufre cada vez que sabe que su hijo puede estar en el encierro. Nada que ver con los valores a los que estamos habituados, nada que ver. Y es que son estas actitudes las que hacen de San Fermín unas fiestas diferentes, quizás sea esto lo que sea difícil de entender desde un punto de vista objetivo, o quizás, sencillamente, seamos de otra pasta… porque cuando cuenta la historia, mi padre lo hace con una normalidad que asombra, dando por hecho que era absolutamente normal y falto de mérito lo que hizo, “cualquiera hubiera hecho lo mismo”. Yo tengo mis dudas sobre este enfoque, no creo que sea tan sencillo, lo dicho, otra pasta.
Como conclusión les diré que finalmente, y tras mucha búsqueda, encontró la camisa, y la historia quedó para el conocimiento de amigos y descendientes, porque no es cuestión de preocupar a una madre…