Murriano y Hebijón, los dos victorinos, le agujerearon las dos piernas, pero él salió triunfador, casi sin poder andar, disfrutando del momento dentro de su dolor. Entró a la enfermería agarrando fuerte los trofeos, sin soltarlos, como si todavía le conectaran con lo que acababa de vivir en la plaza sólo unos intantes antes. "Es la mejor tarde de mi vida. No hay cosa más bonita que el toreo", me decía entre sollozos poco antes de pasar a la enfermería. Su cuadrilla lo abrazaba y todos lloraban. Vestía pantalón vaquero y estaba ensangrentado. Tenía golpes por todo el cuerpo, dos torniquetes y apenas quedaba rastro del traje de torear que vestía a su llegada al patio de caballos dos horas antes. La plaza estaba en pie. Pasó luego un par de horas en la mesa del quirófano. Murriano le regaló un puntazo de 8 centímetros en la cara interna del muslo derecho. Hebijón, al que cortó dos orejas y el rabo, le dejó una cornada de dos trayectorias en el muslo izquierdo, de 20 y 12 centímetros. Su pronóstico: torero. Habrá quien diga que la faena no mereció, por su calidad artística, todos los trofeos, pero ¿qué hacer ante 20.000 personas en pie reclamando los máximos honores para un hombre al que habían pedido que fuera a la enfermería después de su segunda cogida?. Fue una tarde inolvidable, la del 14 de julio de 2006 en la plaza de Pamplona. Antonio Ferrera dignificó la profesión y la Feria del Toro.
A continuación podéis ver un vídeo con un resumen doble: por un lado las imágenes tomadas de un resumen de Tendido Cero y, por otro, las fotografías que José Carlos Cordovilla y José Antonio Goñi tomaron para Diario de Navarra. La música la pone La Pamplonesa, con los pasodobles 'Pamplona, Feria del Toro' y 'Viva el Marea'.
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