Quizá para muchos pasó desapercibido, pero fue una de las anécdotas de los pasados Sanfermines. Rubén Pinar y El Payo habían conseguido salir por la puerta del encierro después de sus faenas de éxito en la novilla del 5 de julio. Por primera vez la puerta del callejón se tenía que abrir para la salida a hombros de dos toreros. Sin embargo, no pudo ser. Alguien olvidó que eso podría ocurrir y nadie en la plaza de Toros se percató de tener a mano las llaves del candado. Cuando terminé de entrevistar a los dos novilleros caminé por el ruedo para asistir en primera persona a la salida a hombros. LLegué a la puerta cerrada. Allí estaban los subalternos de los novilleros, impacientes y apremiando a un señor de boina verde para que abriera la puerta. "Tienen que salir por la puerta grande, hombre", decía uno de los toreros de plata. Los dos novilleros a hombros estaban a punto de concluir su vuelta al ruedo y se dirigían ya, portados por los capitalistas, al callejón de la plaza. El señor de boina verde insistía en preguntar si era verdad que se habían cortado las orejas necesarias para abrir la puerta. Los de las cuadrillas se ponían cada vez más nerviosos y otro hombre llegaba con un manojo de llaves de más de 50 tratando de acertar en unos segundos cuál abría la puerta del encierro. Los novilleros llegaron allí y se toparon de bruces con la puerta del éxito cerrada. Después de unos instantes de dudas y de cierto cabreo, se optó por la opción más rápida y que solucionaba de golpe todo el problema. Los dos novilleros se colaron por una pequeña puerta y se toparon con el interior de la plaza, por donde salían los espectadores a la calle. Desde ahí hasta la puerta principal de la plaza y directos a las furgonetas entre los aplausos de los sorprendidos aficionados.
Los puedes ver todo en el siguiente vídeo.
Aunque no tenga mucho que ver con el tema de las llaves tengo una anécdota que contar. Me ocurrió hace unos cuantos meses, cuando estaba de viaje por los Estates. Cuando me preguntan fuera de mi país que de qué ciudad soy, digo que de "Pamplona de donde son los encierros". Así de corridilla, como si fuera de Villanueva del Campo o El Cubo de la Solana. Es una forma de internacionalizar la ciudad. Pues bien, esta pregunta y esta contestación se la di a una tipa, porque no se merece otro apelativo, que estaba de dependienta en una perfumería, muy puesta ella. Me dijo que qué hacíamos con el toro después del encierro. Le dije que se le lidiaba, se mataba y luego se podía comprar en las carnicerías, como si de ternera se tratara. A lo que me contestó: "Qué asco comerte el toro!! (no ha probado ningún estofado de toro y menos el mio) y encima lo matáis, el animal sufrirá". Le contesté que sufría menos que los presidiarios del corredor de la muerte que podían tardar 30 minutos en morir y que en mi país no había pena de muerte, sólo matamos a animales, no a personas. Os podéis imaginar la cara de la dependienta y cómo me subieron los colores. Sé que mi contestación fue un poco impertinente y esquinada, pero he de decir que ante su comentario me sentí como si en España nos comiéramos cucarachas asadas, y si así fuera no es ella quién para hacer un juicio de valor de las costumbres españolas. Y es que como dice mi hermana: "Si alguien es impertinente, contesta con otra impertinencia más grande que le dejes sin palabras". Y aunque no fui muy educada, creo que se guardará muy mucho de criticar los encierros y las corridas de toros, aunque no haya cambiado su forma de pensar. Por cierto, le compré el colorete que fui a comprar.
ResponderEliminarSeguro que estos dos novilleros nunca olvidarán esta tarde. Tenemos que dar la nota hasta en esto, somo la pera!!!!!!
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